Un servicio de salud cómplice del virus*
REPORTAJE: Alerta sanitaria
Un servicio de salud cómplice del virus
El brote del H1N1 descubre las carencias de la sanidad de México -
Ir al médico suele ser una pérdida de tiempo y dinero
PABLO ORDAZ - México - 03/05/2009
Hace dos días que la gripe no mata a nadie en México. Ya se sabe
que las muertes confirmadas son 16, pero unas jornadas atrás -cuando el
Gobierno barajaba una cifra de hasta 160 fallecimientos atribuibles al nuevo
virus-, los periodistas preguntaban una y otra vez a cuanto responsable
institucional se les ponía delante: ¿Por qué está muriendo gente en México y en
otros países no? La respuesta siempre era la misma: "Porque los enfermos
llegan tarde al hospital, cuando ya no se puede hacer nada por ellos". A los
periodistas -también al que suscribe- se les olvidaba insistir con una pregunta
capital: ¿y por qué llegan tarde?
Vaya por delante una pista. O mejor, dos. El caso de Manuel y el
de Óscar. Manuel tiene 63 años. El martes día 21 de abril se sintió mal, con
los síntomas de una gripe. El miércoles, empeoró. El jueves, ya estaba fatal.
"Mi esposa me llevó con el doctor César Decanini, a su consultorio del
Hospital Inglés. En cuanto me revisó, me dijo: yo creo que es influenza. Voy a
buscar al especialista". Unos minutos más tarde, Manuel era sometido a
pruebas de sangre, radiografías, tomografía, suero, medición de la capacidad
respiratoria... "A las diez de la noche, el prestigiado médico neumólogo
Eulo Lupi me informa que debo ser hospitalizado, que mi capacidad respiratoria
está al 50% y que los pulmones se están deteriorando con rapidez. Por suerte,
el doctor Decanini tenía en su consultorio una caja del antiviral indicado.
Tomé la pastilla".
El segundo caso es el de Óscar. Cinco años y siete meses. El jueves
16 de abril, el niño se puso mal. Su madre lo llevó a la clínica 11 del Seguro
Social. "No lo quisieron recibir", cuenta su tía, "porque no
tenía fiebre. Nos dijeron que era una gripe normal". Por la tarde, Óscar
empezó a vomitar y lo llevaron a otra clínica del Seguro Social. Tampoco lo
atendieron. Al día siguiente, a las seis de la mañana, Óscar empezó a sufrir
convulsiones y, entonces sí, lo ingresaron de urgencia. Cinco horas después el
niño ya estaba muy grave con un cuadro de neumonía. Lo pasaron a un cuarto de
Terapia Intensiva... junto con otros ocho niños.
Casi no es necesario decir que Manuel se salvó. Óscar, en cambio,
murió a los nueve días de sentir los primeros síntomas, tras sufrir un calvario
de hospital en hospital. Manuel es dirigente de un importante partido político,
fue secretario (ministro) de Relaciones Exteriores, diputado federal y hasta
candidato a la presidencia de la República. Óscar, en cambio, era el hijo menor
de una familia sin recursos.
¿Quiere decir esto que en México están sobreviviendo los ricos y
muriendo los pobres? No hay datos para responder con certeza a esa pregunta.
Entre otras cosas, porque el Gobierno tiene guardada la lista de los 16
fallecidos en un cofre con siete cerrojos. Según el secretario de Salud, José
Ángel Córdova, el mutismo sobre la identidad de las víctimas intenta evitar
"la estigmatización" de sus familias. Pero lo que sí es incontestable
es que fuera de México se están detectando muchos casos de influenza y, salvo
en Estados Unidos -donde sí falleció un niño mexicano de 23 meses-, nadie ha
muerto por el momento. Más allá del desenlace, lo que sí demuestran de forma
muy gráfica los casos de Manuel y de Óscar es la forma del mexicano de
enfrentarse a la enfermedad.
Durante los últimos días, inspectores de la Organización Mundial
de la Salud han recorrido los estados de México donde se han producido casos de
esta gripe -mortales o no- intentando descubrir algún común denominador entre
las víctimas. No lo han encontrado de una forma determinante, aunque uno de
ellos ofrece su sensación sobre el terreno. "Está muriendo gente pobre.
¿Por qué? Porque es la gente que está acostumbrada a ponerse enferma, a pasar
gripes más o menos fuertes y no ir al médico. Si los mismos síntomas los tiene
un soldado de una base americana, en 10 minutos está en la enfermería. Es una
cuestión de costumbres sociales. La gente sabe que acercarse al médico cuesta
dinero".
Hay una frase muy común en México entre las clases más humildes:
"Tú te puedes sentir mal, pero no te puedes enfermar". La enfermedad
es una ruina. Nadie va al médico a las primeras de cambio. Y, desde luego,
nadie va al médico por una gripe más o menos fuerte. Ir al médico -salvo para
las clases exclusivas que disponen de seguro médico y hospitales de lujo- supone
casi siempre una pérdida considerable de tiempo y de dinero.
México ha crecido mucho en los últimos años y hasta se trata de tú
a tú con los países más desarrollados del mundo. Pero ese estirón no está
siendo homogéneo. Para desesperación de sus gobernantes y vergüenza de sus
conciudadanos, la imagen que México está ofreciendo estos días al mundo es la
de un gigante al que se le quedaron cortos los pantalones. Estos días de
angustia están dejando al descubierto las pantorrillas del sistema. La guerra al
narcotráfico dejó casi en el olvido que un 40% de sus 100 millones de
habitantes vive en la pobreza absoluta. Y el brote de la gripe está poniendo al
descubierto que el sistema de salud no está a la altura de las circunstancias.
¿Qué hace un mexicano cuando se siente enfermo? Lo que viene a
continuación es la síntesis de un sondeo realizado entre vecinos del Distrito
Federal con distintos niveles de ingresos. Lo primero que hace, coinciden
todos, es aguantar. A ver si se pasa la fiebre, a ver si con un vaso de leche
caliente y una buena cura de sueño... Lo siguiente es acudir a la farmacia.
La cuestión farmacéutica merecería capítulo aparte. Los
medicamentos en México son más caros que en Europa y que en la mayoría de los
países de su entorno, pero tienen una.. ¿ventaja?: se venden sin receta en
cualquier esquina. Hay cadenas de farmacias que están abiertas a todas horas. Y
disponen de todo. Desde ansiolíticos hasta Viagra. Para fomentar el consumo de
sus productos, los dependientes ofrecen de vez en cuando muestras gratuitas a
sus clientes. De la misma forma que en un supermercado se convida al cliente a
una porción de queso manchego. Antes de que se asustaran por los crímenes del
narcotráfico, los norteamericanos cruzaban la frontera en romería para abastecerse
de toda clase de potingues.
La segunda opción -si el medicamento no ha hecho efecto-es mover
"la palanca". La traducción al español peninsular sería "buscar
un enchufe". El mexicano es experto en eso. No por afición, sino por
necesidad. Una vez que se llega al consultorio o al hospital, y hasta cuando
los casos son graves, es fundamental buscar a un amigo que agilice los trámites
para ver al doctor.
Los mexicanos saben -y así lo atestiguan las encuestas- que sus
médicos son buenos, incluso muy buenos, y que los hospitales del servicio
sanitario disponen de instrumental moderno y eficaz, pero no suficiente. De
hecho, el paciente tiene que pagar en muchos casos parte del tratamiento.
"A mí me pasó el otro día", explica el padre de un muchacho que
estuvo ingresado recientemente, "la atención fue muy buena, pero el
hospital no disponía de determinadas medicinas que le hacían falta a mi hijo.
Me dijeron que la única solución era que yo las consiguiera en el exterior. No
se trataba de un caso de corrupción ni de negocio encubierto. Sencillamente, no
disponían de ellas. Así que salí del hospital, fui a la farmacia de enfrente y
las compré". En ocasiones, el paciente tiene que seguir idéntico método
para conseguir las gasas que se van a usar en su operación y hasta la válvula
que le van a implantar.
Un porcentaje considerable de médicos mexicanos trabaja media
jornada en la sanidad privada -hospitales al nivel de los mejores de Estados
Unidos o de Europa- y la otra media en la pública. "El sistema es
perverso", admite uno de los doctores que practica el doblete, "pero
funciona. A veces, a mi consulta del Seguro Social llega una persona con una
dolencia determinada. Yo la atiendo, pero tanto esa persona como yo sabemos
que, cuando salga de mi consulta, la próxima cita ya no se producirá hasta
dentro de semanas o incluso meses. ¿La solución? Que la próxima cita sea en mi
consulta privada. En el caso de que necesite ser intervenido quirúrgicamente,
yo intentaré -si veo que esa persona no tiene los recursos suficientes-
traspasarla de nuevo al sistema público, para que sea operada de forma
gratuita...". El sistema está tan acostumbrado a funcionar con ese juego
de palancas que los dos grandes servicios paralelos de salud -uno para los
trabajadores comunes y otros para los funcionarios públicos- disponen de
personas que facilitan el mecanismo a colectivos determinados como periodistas
o políticos...
Todo iba funcionando gracias a un sistema de equilibrios
fascinante -como tantas otras cosas en México- hasta que llegó la epidemia de
gripe. Todo el mundo se percató de las graves fallas del sistema. Los
laboratorios para analizar el virus no funcionaron y las muestras tuvieron que
enviarse a Estados Unidos y Canadá. El Gobierno dispone de un millón de
tratamientos antivirales, pero eso sólo supone que puede atender a un 1% de la
población... El país que quería salir en la foto de los más grandes se ve
obligado a reconocer que necesita con urgencia que el mundo le facilite
millones de dosis de antivirales, 200 millones de mascarillas, cantidades
ingentes de pañuelos desechables...
Desgraciadamente, en apenas dos semanas ha cambiado radicalmente
la imagen de México en el mundo. De los abrazos con Barack Obama, el presidente
Felipe Calderón ha pasado a estar prácticamente enclaustrado en su residencia
oficial de Los Pinos. De su voluntad dependerá la fecha en que los 33 millones
de estudiantes y los dos millones de profesores regresen a las aulas. Será una
decisión complicada. Tan difícil que dicen que le provoca un gran malestar y arrebatos
de mal genio. ¿Está el sistema de salud preparado para decirle al presidente de
la República la fecha en que los niños mexicanos puedan volver seguros a la
escuela?
* Este artículo me llegó en un correo, quien me lo envió lo tomó
de: ELPAIS.com. Sección: Sociedad, del 3 de mayo de 2009. El autor es Pablo
Ordaz.