La burocracia universitaria se consulta ella solita, consulta sin profesores y alumnos en la universidad; mirándose al espejo se encontrará necesaria e, incluso, indispensable; esgrimirá indicadores gratos a la ANUIES, se escudará en la autonomía universitaria, la suya, pues la burocracia es la única autónoma, ya que no toman en cuenta a los protagonistas del trabajo académico. Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?
Consulta
encabezada por un órgano de gobierno sumamente cuestionado, sobrerrepresentado,
con consejeros electos mediante un mal disfrazado dedazo y, otros, en segundo
grado; organismo elitista, dominado por el reactor/a, apoyado en los
vicerrectores y los directores de división, personajes que juntos integran casi
la mitad del llamado Colegio Académico.
Se
podrán tomar fotos de la burocracia “deliberando” para ser publicitada en el
portal de la administración universitaria, serán algunos, pues la burocracia
universitaria es mayor que el personal académico: “la comunidad universitaria”
ha sido consultada.
La
consulta no irá más allá del marco fijado por las autoridades de la Uni-Son en
su convocatoria: debe basarse en la Ley 4 y en la Ley General de Educación
Superior. Entonces, ¿para qué es la consulta, si todo lo sacarán de la
legislación que, por otro lado, no cumplen?
Aducirán
que si bien la Ley 4 es perfectible, la reforma no procede si los autónomos
–las autoridades de la institución—no están de acuerdo; en todo caso, una
reforma cosmética no le viene mal a la tal ley, maltratada por sus treinta años
de vida y el incumplimiento cotidiano de sus artículos. En todo caso, se pueden
cambiar cositas para que todo siga igual.